XVI Domingo Tiempo Ordinario
Aquí ponemos piedras, levantamos torres, abrimos caminos, elevamos puentes. Nos esforzamos, no nos conformamos con el mínimo.
Aquí ponemos piedras, levantamos torres, abrimos caminos, elevamos puentes. Nos esforzamos, no nos conformamos con el mínimo.
El fruto es una gracia, un don, un regalo por nuestro sí generoso. Ese fruto es inmenso, supera nuestra entrega, lo poco que hemos puesto como prenda. Su amor siempre supera nuestro amor.
Benditos los que se cansan porque tendrán el descanso verdadero en el pecho del Señor, en su momento, cuando lo hayan dado todo. Somos felices cuando nos cansamos por amor.
Vivir con la certeza de saber que Él camina a nuestro lado, nos sostiene y alienta. Él conoce nuestro corazón mejor que nosotros. Y sabe que sólo su camino nos hará plenamente felices.
El amor de Dios viene a nuestro encuentro. Nos lleva sobre sus hombros. Se abaja para vivir en nuestro pecho. Nos enseña la caricia de su amor. Viene a compartir nuestra vida, nuestros sueños.
Tenemos que descansar en el pecho de Jesús. Beber de la fuente de vida que brota de su corazón herido. Descansar en su alma. Aprender a mirar con sus ojos y a hablar sus palabras.
El Espíritu Santo hoy nos saca de la masificación, nos hace alegrarnos en los dones que nos ha dado. Nos capacita para amar más desde nuestra verdad. Nos hace creativos.
Jesús pasó por la vida despertando a hombres esclavos. Les hizo ver sus cadenas. Les mostró el camino de la libertad. No dejó que siguieran durmiendo sin enfrentar sus vidas.
Los acontecimientos de nuestra vida son esos misterios que nos ayudan a descubrir la mano de Dios guiando nuestra barca. Esos sucesos pasados nos dan ánimo, nos ayudan a caminar.
Es bonito pensar que hay un sitio pensado para mí en el cielo, un lugar hecho a mi medida, ese hogar añorado que tanto deseo, esa tierra soñada que me espera. Junto a aquellos a los que amo.