Quiero que mi amor humano como un lazo invisible me lleve a lo más hondo del corazón de Dios. Allí donde descansen mis brazos ya gastados. Y mis pies destrozados de tanto caminar.
María me abraza y me espera. Pienso en su mirada a los pastorcillos en Fátima. Ellos se dejaron tocar por su amor inmenso y sus vidas cambiaron. Quiero dejarme tocar por su misericordia.
Ser maduro tiene que ver con ser más sabio. Con aprender de la vida. Con vivir apasionado cada segundo. Con aspirar a lo que aún no logro. Con entender las cruces como parte del camino.