Quiero aceptar la vida como se me presenta. Disfrutar de los detalles y asombrarme ante las sorpresas no esperadas. Quiero asumir las dificultades como una oportunidad para aprender.
Cuando miramos los límites del camino con misericordia, todo cambia. Nos aceptamos en nuestra pobreza y eso nos capacita para aceptar a los demás en sus límites. De nuestro sí depende todo.
Es un milagro el perdón. Una gracia que pedimos. Más que sacrificios es más importante perdonar, pedir perdón y ser perdonado. Ese amor que posibilita el perdón, que surge del perdón, es lo central.
El miedo a la muerte, a no dejar nada cuando nos vayamos, se supera si cada día lo vivimos detenidos en esa hora en la que Jesús viene a mi barca y me pide arriesgar, amar, dejarlo todo.