IV Domingo Cuaresma
Cuando vivimos en la luz, comprendemos lo que tenemos que hacer. Cuando no vemos no podemos poner orden en nuestra vida.
Cuando vivimos en la luz, comprendemos lo que tenemos que hacer. Cuando no vemos no podemos poner orden en nuestra vida.
Tenemos sed y queremos que las cosas y los de afuera calmen la sed del alma. No comprendemos que el agua verdadera, la que no se acaba nunca, se encuentra en lo más profundo del corazón.
Es posible convertir la noche en amanecer, porque siempre hay esperanza. La respuesta está en nosotros que podemos ver la vida de forma muy diferente.
En el desierto se encuentra Dios con el hombre. Allí se adentra el hombre que no encuentra a Dios. Allí nos lleva Dios para enamorarnos, para rescatarnos, para mostrarnos su rostro.
Queremos aprender a descansar en Dios y en los hombres. Buscamos un hogar en el que poder dejar lo que nos inquieta y preocupa, un hogar en el que vivir de verdad.