Quiero agradecer la luz del camino, la lluvia que me da paz. La oración es necesidad. Es el aire que respiro. Quiero orar como hablo con un amigo. Sin miedo. Confiado. Abandonado.
Siempre amanece aunque en mi alma parezca reinar la oscuridad. Siempre que crea, y espere. No quiero perder esa mirada que me levanta cuando me caigo y me hace creer si desconfío.
Para Dios todo es posible. Puede convertir la noche en día y hacer de mi desilusión un trampolín hacia el cielo. De la pérdida una ganancia. De la muerte saca una vida nueva.
Queremos encendernos en la fuerza del primer amor. Un amor que sueña con ser eterno y lleva la semilla del cielo en su interior. Así nos ama Dios. Y así quiere que aprendamos a amarnos.