Se quedaron parados mirando al cielo. ¡Para qué necesitar el Espíritu, cuando tenían a Jesús con ellos! Pensaban demasiado humanamente y no se habían dejado transformar por Dios. Estaban tristes porque no entendían. ¡Cuántas veces nuestras preocupaciones presentes nos quitan la paz del alma! ¡Cuántas veces dejamos de mirar más allá de lo que hoy nos inquieta y angustia!