XII Domingo Tiempo Ordinario
Él sí sabe quiénes somos y ve hasta lo más profundo de nuestro núcleo interior. Pero el mundo con frecuencia se queda en la apariencia externa. Ve lo que hacemos, lo que parecemos, lo que mostramos…
Él sí sabe quiénes somos y ve hasta lo más profundo de nuestro núcleo interior. Pero el mundo con frecuencia se queda en la apariencia externa. Ve lo que hacemos, lo que parecemos, lo que mostramos…
Muchas veces el pecado nos aleja de Dios, nos hace sentirnos indignos, borra del alma la conciencia de que somos obra de Dios. Nos olvidamos de su misericordia y vemos que no somos capaces de perdonarnos a nosotros mismos. En esos momentos huímos de Dios. Nos cuesta mucho aceptar el perdón. Y precisamente el perdón sana nuestro corazón herido y nos hace volver a sentirnos hijos predilectos
Entonces, ¿de qué va la vida? No es fácil definirla en pocas palabras. En realidad consiste en saber descifrar las huellas de Dios sobre las nuestras, con la paz que da hacer lo que Él nos pide, con la satisfacción de vivir anclados en su corazón herido.
Quisiéramos introducirnos en su corazón herido, participar allí de su vida, de sus sentimientos, de lo que Él ama. Allí nos sentimos queridos, aceptados en nuestra verdad. Cuando nos hemos adentrado en la hondura de este misterio estamos preparados para recibir su Cuerpo y su Sangre en nuestro corazón herido y pobre.
Es importante que miremos nuestro corazón para pensar quién es Dios para nosotros. ¿Qué esperamos de Él? ¿Qué le decimos en el silencio del corazón? ¿Cómo le buscamos cada día? ¿Cómo le abrimos el alma para que entre a descansar en nosotros?
Construir la unidad significa dar un paso para aceptar al que es diferente, sin dejar de ser como somos y, al mismo tiempo, buscando los puntos de contacto, las semejanzas que nos unen y acogiendo a los demás con un amor grande y comprensivo.
Hoy nos preguntamos, ¿qué palabras nos han marcado en el camino como un hilo conductor? Al pensar en ellas nos damos cuenta de que expresan bien cómo somos, hablan de nosotros, resuenan en el alma. Las palabras de cariño de alguien a quien queremos nos conmueven, y lo que nos cuenta tiene algo de sagrado, […]
Acoger con un corazón abierto y muy humano, herido y humilde, a aquel que viene a nuestro encuentro, tendría que llegar a ser la meta fundamental de nuestra vida.
La santidad es un lento despojarse de tantos lastres que hacen pesada y frágil nuestra vida. ¿Cuáles son los ídolos que nos atan y llenan?