Lo importante es hacer lo que Dios nos pide, empujar donde Él nos quiere, y no el fruto. Hay que fortalecer la fe. Si obedecemos a Dios y seguimos sus pasos donde Él nos lo pide, a cambio, nos encontraremos más fuertes, más preparados, más maduros y más santos para emprender cualquier otro camino. En la cruz, en el dolor y en el esfuerzo sin premio Dios nos da una ocasión para crecer.