Estos dos meses largos, hasta que el colegio de los hijos nos devuelve al ritmo normal de cada año, son una oportunidad muy grande para cada familia. Es la oportunidad para crecer en los vínculos, para disfrutar juntos de forma distendida, para hablar más y tener momentos de ocio compartido. Es un tiempo para rezar en familia con más paz o incluir a Dios en nuestro día a día. Un tiempo para leer esos libros que el ritmo del curso no nos deja empezar.