En el hombre existe el deseo de superación, de avanzar cada vez más y más. Llegar lo más lejos posible, aunque ello implique correr riesgos. Probar las fuerzas y superar las barreras que uno mismo, el mundo o la vida nos imponen. Por eso cuesta tanto chocar con nuestra debilidad. Por eso la súplica de Pablo la repetimos incluso con más frecuencia que él, tres veces nos parecen pocas. No nos gusta la debilidad.