XXX Domingo Tiempo Ordinario
Quiero agradecer la luz del camino, la lluvia que me da paz. La oración es necesidad. Es el aire que respiro. Quiero orar como hablo con un amigo. Sin miedo. Confiado. Abandonado.
Quiero agradecer la luz del camino, la lluvia que me da paz. La oración es necesidad. Es el aire que respiro. Quiero orar como hablo con un amigo. Sin miedo. Confiado. Abandonado.
Siempre amanece aunque en mi alma parezca reinar la oscuridad. Siempre que crea, y espere. No quiero perder esa mirada que me levanta cuando me caigo y me hace creer si desconfío.
Para Dios todo es posible. Puede convertir la noche en día y hacer de mi desilusión un trampolín hacia el cielo. De la pérdida una ganancia. De la muerte saca una vida nueva.
Queremos encendernos en la fuerza del primer amor. Un amor que sueña con ser eterno y lleva la semilla del cielo en su interior. Así nos ama Dios. Y así quiere que aprendamos a amarnos.
La paz se construye desde el respeto, la humildad y la aceptación. Para comprender a los demás tengo primero que aprender a estar en paz y cómodo en el lugar en el que estoy.
Hacen falta hombres libres que no se dejen someter al querer de los que le rodean. Que no quieran ser superhombres y logren hacer del poder un servicio. De su vida una ofrenda de amor.
Nuestro sí a Dios es el sí a nuestros miedos. El sí a lo que nos quita la paz. Es desear lo que tememos. Y no temer perder lo que deseamos. Es vivir anclados en el corazón firme de Cristo.
Es necesario aprender a acercarnos a las personas sin prejuicios. Escuchar lo que hay en su alma. Asombrarnos con sus misterios. Caminar a su lado. Alegrarnos con la belleza de su vida.
Cuanto más amo, más quiero. Cuanto más deseo, más espero, más sueño. La necesidad me pone en camino. No quiero vivir no necesitando nada. Quiero vivir necesitando el cielo.
Me gustan los niños con mirada sencilla. Me gusta el niño que llevo dentro. El niño que se esconde y sale a veces, cuando se siente en casa. Jesús fue niño, amó a los niños, rió como niño.