II Domingo de cuaresma
Jesús necesita mis manos y mi voz para hacerse presente. Mi vida herida. Ama mi alma en la que me dice que no puede haber murallas. Necesita que deje abierta mi herida. Entra por ella cada día.
Jesús necesita mis manos y mi voz para hacerse presente. Mi vida herida. Ama mi alma en la que me dice que no puede haber murallas. Necesita que deje abierta mi herida. Entra por ella cada día.
Jesús quiere que crea en su poder lleno de misericordia. Viene a mi vida en medio de mi desierto. Y me toca por dentro para llenarme de luz y acabar con mis sombras.
Quiero vivir en intimidad con Jesús en estos días de cuaresma.Estar con Él. Renovar mi amistad con Él. Dejarme tocar por Él, hoy con su ceniza, en estos cuarenta días con su palabra, con su presencia, con su silencio. Y tocarlo.
Me gustaría vivir sin agobios el presente. Deseo vivir confiado. Quieto en la cubierta de mi barca mirando la fuerza de las olas. Mi vida no la guío yo. Es un milagro vivir la vida así cada día.
Necesito saberme amado por Dios en lo más hondo. Me quiere como soy. Con mis debilidades, en mi pequeñez. Eso me sostiene. Hace más fuerte mi alma herida. Puedo detener esa cadena del odio.
Tengo delante la vida y la muerte. El agua y el fuego. El suelo y las estrellas. Lo elijo a Él. Lo escojo de nuevo. Aquí. Ahora. En su roca. En mi roca. Con sus palabras. Escojo vivir según su vida.
Quiero vivir alegre y contento. Es un don de Dios. Mi tesoro es mi pobreza. Mi felicidad es mi tristeza. Soy mirado y amado profundamente en lo que soy, en lo que vivo, en lo que me falta.
Me ha llamado Jesús para estar con Él. A su lado. En su camino. Quiere que viva a solas con Él. En medio de su luz. No pretende que yo salve a toda la humanidad con mi entrega heroica.
Me dice que lo siga siempre. Que siga sus pasos torpemente. Y que confíe en que siempre, caído o levantado, va a estar conmigo sosteniendo mi vida. Es el mayor consuelo. Me da paz.
No quiero callar cuando puedo decir algo bueno. Cuando puedo proteger y alimentar el amor. Guardo las palabras de Dios en mi corazón. Las regalo. Me hago portavoz de las palabras de Dios.