La curación de Jesús del endemoniado es un signo de amor, no de poder. No pretende demostrar que su autoridad es mayor que la de los escribas y fariseos. El amor de Jesús al endemoniado despierta la vida latente en el corazón de aquel necesitado. Su liberación es para una nueva vida. El acto de Jesús brota del amor, es prueba del amor y despierta el amor. El demonio, que es odio y ausencia de todo bien, no soporta el amor de Dios. Es vencido y desaparece. El amor vence al mal, al odio. La autoridad de Jesús se manifiesta en el amor que entrega.