Jesús vuelve por amor. Y Tomás, conmovido, puede tocar su herida. Se acerca al Señor temeroso, sobrecogido: « ¡Señor Mío y Dios Mío!». Jesús mismo le ayuda a meter su dedo, su mano, en su costado abierto. Un amor inmenso. Tomás cree. Porque toca, cree. Porque cree, toca.
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