Ha pasado ya un mes desde que el Papa recorrió las calles de Madrid y es como si algo hubiera cambiado. Estos jóvenes han dejado nuestras almas llenas de esperanza. Su libertad interior, sin miedo a confesar su fe en público, su alegría descarada, sin espacio para la desesperanza y su fidelidad en la adversidad, sin lugar para las dudas, es un faro en nuestro camino. Recordar lo ocurrido en estos días nos lleva a pensar que Dios ha venido a cambiar nuestros corazones.