María quiere ser la educadora de nuestro amor. Ella es la Amiga de Dios por antonomasia. En su mirada, en su corazón, queremos dejarnos transformar en su amor. Ella educa nuestra capacidad para los vínculos. Porque con frecuencia, la vinculación a las personas puede parecernos una esclavitud, una limitación. Es, sin embargo, todo lo contrario. El que se vincula crece, se hace más grande su alma y aprende amar, se hace responsable de la amistad, del vínculo que ha nacido.