No queremos vivir tristes, porque la tristeza nos ancla a la tierra y no deja que el alma navegue por los mares de la misericordia de Dios. Todos tenemos en el alma un deseo profundo de felicidad plena y eterna y en el camino experimentamos la limitación. Queremos tener un corazón que logre vencer las tinieblas oscuras que nos hacen contemplar nuestra vida con una mirada negativa.