Queremos aprender a ir al encuentro del que está lejos, perdido, abandonado. En busca del hombre herido que no es acogido, que no encuentra misericordia en el camino. No queremos quedarnos en casa felices de estar donde estamos, satisfechos con nuestra vida mediocre y pobre. Necesitamos vivir con la inquietud del pastor que sale al encuentro, del padre que mira por la ventana cada día esperando el regreso de su hijo.