«Mujer, ¡qué grande es tu fe!».El camino fue la humildad. Primero el valor de acercarse, después la humildad de postrarse en el suelo y suplicar misericordia. En su rostro, Cristo vio dibujada su fe y la esperanza de vivir en plenitud. Cristo, al mirarla, la hizo digna, enalteció su vida y le dio luz a su pobreza.