Se nos olvida, no rezamos por obligación, rezamos por necesidad, el corazón necesita la paz de la oración, el silencio del encuentro con Dios sin palabras. Las caricias calladas de nuestra Madre. El consuelo lleno de esperanza. Sólo así podremos ser nosotros lugar de descanso para otros. Cuando nosotros reposemos en la roca de Cristo, en su corazón abierto, otros podrán reposar en nuestra piedra quebradiza.