Nuestro amor a Dios está llamado a ser afectivo, cálido y personal. Si no, Dios se queda sólo en la cabeza. María es la educadora del amor. El corazón de María está unido al de Cristo. María siempre vivió en el corazón de Dios y nos adentra ahora en el corazón de su Hijo. Nos enseña a amar con un amor cálido y humano, con un amor nuevo.