Hacen falta hombres enamorados, hombres capaces de soñar y dar la vida. Hombres que hayan sido purificados en el dolor y en la penitencia. Hombres conscientes de su debilidad, capaces de levantarse después de cada caída. Hombres fieles que reflejen con su entrega la fidelidad de Dios. Hombres que construyan puentes y molinos de viento, para aprovechar con audacia la fuerza del aire. Hombres que logren unir, en lugar de crear división con sus palabras y sus miedos. Hombres capaces de ver la bondad en el que ofende y el amor en el que nos odia.