La arena y la piedra. La arena evoca lo que es fácil de trabajar. La piedra, por el contrario, nos resulta más dura e incomprensible. Escuchar las palabras de Dios no es tan difícil, cumplirlas todas, hacerlas vida, nos parece algo lejano e inalcanzable. Si la Palabra de Dios no traspasa nuestro ser, bastará una leve brisa para quitarnos la vida.