Adoramos a un Cristo muerto en la cruz, Él es el verdadero templo. La debilidad crucificada. Un Dios abandonado. Hacemos la señal de la cruz muchas veces en el día, para recordarnos que todo pasa por la cruz. Lo débil del hombre es elegido por Dios. La necedad, la pobreza, el barro, la impotencia. Cuando seguimos a Cristo muerto y resucitado, sabemos que nuestro poder no está en la fuerza y en los bienes, sino en Dios.