Lo importante de esa voz no es la voz misma, sino la palabra que contiene: Cristo. Lo importante no es lo que decimos, ni tampoco si muchos nos escuchan. Nosotros sólo señalamos a Cristo en el camino, la luz en la oscuridad. Los importantes no somos nosotros, sino la vida que da Dios a los que le siguen. La voz es nuestra voz, pero la palabra es de Dios.