Jesús quiso quedarse en un alimento humilde y sencillo para que lo importante quedara oculto a los ojos de los hombres. Bajo una apariencia despreciable, porque el pan y el vino no manifiestan el poder del hombre, se quiso hacer cercano a todos. Se hizo hombre y vivió como uno de tantos. Su cuerpo y su sangre nos invitan a buscarlo con toda nuestra fuerza, con el anhelo de cambiar de vida. Queremos recibirlo en nuestro interior, notar su presencia y pedirle que nos asemeje a Él.